AZERBAIYÁN: Sorpresas te da la Vida

“La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida…” rezaba la gran canción salsera “Pedro Navaja” de Rubén Blades (Bleids para los amigos) y una sorpresa es lo que supuso para mí este país. En una palabra: “¡Mencantó!”. Esperaba menos y encontré mucho más y espero tener la oportunidad de volver algún día. También es cierto que, aparte de las bondades que pueda ofrecer cualquier lugar, son las experiencias allí vividas las que lo posicionarán finalmente en nuestro ranking de preferencias. Azerbaiyán tuvo para mí un poco de todo y se posicionó, sin duda, más alto de lo que imaginé antes de llegar.

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Pues venga, dejamos las maravillosas Cataratas de Iguazú en Argentina y Brasil y volamos muy lejos… hasta el Cáucaso. ¡Adelante!

En este blog ya hemos viajado a esta región en la que disfrutamos de Armenia y Georgia. El artículo de este último (que podéis leer aquí) terminaba con esta frase: “Yo, tras unos cuantos días intensos en Georgia, me dispuse a ir a Azerbaiyán en el tren nocturno donde me esperaban… el hombre de una sola pierna, la azerí de tierna mirada y el militar georgiano destinado al más allá…”. Es el punto ideal para comenzar el relato que hoy os traigo porque, evidentemente, la experiencia comenzó precisamente aquel día, en ese tren, en un compartimento con cuatro literas.

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El hombre de una sola pierna, que había perdido la otra hacía pocos años por la picadura de una serpiente, era una una persona muy simpática y muy viajada que decía cosas tales como “cuando el pelo de mi pecho era negro…”. Era una fuente inagotable de conocimiento y pudimos conversar sobre historia, geografía, la vida… No estaba casado y no tenía hijos pero había adoptado a 15, vivía viajando y comencé a ver ciertos parecidos conmigo. Avanzada la conversación llegué a pensar: “¿Es este hombre en lo que me convertiré yo dentro de 20 años?”. Era una gran tipo pero a mí me gustaría conservar las piernas, la verdad. No obstante, en un momento determinado dijo: “Nunca he visto una mujer desnuda…”. No sé si hablaba metafóricamente pero… yo alguna foto he visto… Así que creo que muy parecido no voy a ser (¡o espero que no mucho en ese aspecto!).

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También estaba allí la azerí de tierna mirada que intervenía en la charla aunque principalmente nos miraba ensimismada entornando los ojos. Hablaba con una dulzura tan intensa e inusual que, por momentos, me daban ganas de darle un abrazo de oso y pedirle matrimonio. En la última litera se encontraba el militar georgiano que nos miraba a todos con curiosidad y nos hablaba de su mujer y de cómo quería trabajar duro para que su familia tuviera lo mejor.

En fin, todo fantástico hasta que mi nuevo amigo de 15 hijos adoptados y “one leg” empezó a cantar “La Cucaracha” (en español, ¿eh?) a grito pelao y, de repente, nos dimos todos la vuelta y nos pusimos a roncar sonoramente.

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Yo pensaba que me despertaría ya de día en un nuevo país pero no… A una hora indeterminada de la noche, nos despiertan a portazos las autoridades fronterizas de Azerbaiyán. Cuando entraron en el compartimento me señalaron y me llevaron a un compartimento aparte… Qué misterio…

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Una vez allí, dos uniformados con pinta de espías de la guerra fría portando maletines grises me piden el pasaporte y me preguntan: “¿Ha estado usted en Armenia?”. A lo que respondí: “Sí”. Y siguieron: “¿Qué partes exactamente de Armenia?”. Y yo: “Pues por aquí, por allá…”. “¿Tiene usted otro pasaporte escondido?”. “No, señor oficial”. Acto seguido me revisaron la maleta a conciencia, me hicieron una foto y abrieron su maletín. Era un portátil de esos de película desde el que el malo controla armas o cuentas bancarias en Suiza.

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Empezaron a meter datos, esperamos, más datos, esperamos… Me miró fijamente, extendió su mano solemnemente con mi pasaporte en ella y dijo: “Bienvenido a Azerbaiyán”.

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Ellos lo que buscan es saber si has estado en Nagorno Karabaj que es una zona controlada por Armenia dentro de territorio azerí (y eso no les gusta, claro). Un lugar muy sensible que ha traído guerras y muertes en los últimos años. Si descubren que lo has visitado, te sacan del tren y te mandan de vuelta (o se pone tensa la cosa…). En la maleta no buscan cartones de tabaco de contrabando sino especialmente evidencias que indiquen que mientes.

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Ahora sí, tocaba dormir entre ronquidos y olores pero el premio estaba cerca. Amanecimos y observamos un paisaje desértico, pozos petrolíferos, montañas… por kilómetros y kilómetros y, por fin, Bakú, la capital. ¡Bieeeeen!

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Lo primero que hice fue ir a un hostel que estaba petao… pero petao, petao. Tuve que entrar pisando mochilas y algún pie. No había sitio ni para sentarse y de pie tuve que esperar a que me despejaron una cama. Cuando por fin me pude tumbar, me di cuenta de que, en una de las literas, había un paquistaní que me miraba permanentemente. No por que le pareciese guapo sino porque, como pude constatar con el paso de los días, siempre estaba ahí, en su cama sentado (ya os digo que no había otro sitio donde sentarse) mirando lo que ocurría a su alrededor y eso, pues era yo.

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Tras una buena siesta, me dispuse a explorar los encantos capitalinos. Dejé la mirada omnipresente de mi nuevo amigo paquistaní y salí hambriento de conocimiento.

Callejeando, callejeando, llegué a una placita del casco antiguo donde leí: “Visita a pie por la ciudad” y me fui a apuntar para que me contaran un poco de su historia. No apareció ningún otro visitante que hablase inglés (mucho menos español, claro) así que tenía una flamante guía para mí solo.

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Reconozco que yo me centro más en las experiencias de la gente, en cómo vive, en qué hace los fines de semana, en qué sienten… que en saber todos los datos de cada monumento o lugar de interés. La guía se empeñaba (y lo entiendo) en cosas como: “En el siglo tal, tal, llegó Pascual y bla, bla, bla…”. Que está muy bien pero le dije que me contara cosas de la vida allí pero decía: “¡Ah! Claro pero en el siglo bla, bla… zutano… tal, tal… y apareció mengano ble, ble y… entonces la fortificación… blu, blu”. Como si me fuera a acordar. Fue imposible aunque le pude sacar algunos datos… Son gente muy amable.

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En Azerbaiyán hay petrodólares y se nota. Un país variopinto a orillas del Mar Caspio en el que la historia convive con una impresionante arquitectura de vanguardia. El contraste con Armenia y Georgia es brutal. Mientras que en éstos te sientes más en Europa que en Asia, aquí es al revés. Tienes la sensación de estar en Oriente Medio de alguna forma y esa sensación se hace evidente en el casco antiguo de la ciudad que es una verdadera preciosidad.

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Callejuelas, bazares, fortificaciones, palacios y, de fondo, el esplendor de la modernidad, los edificios de espejos, las grandes avenidas, el mar… Edificios como las “Flame Towers”, especialmente de noche, son realmente espectaculares.

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¡Pero no todo es Bakú en este país! Así que la semana que viene seguimos para contaros mis experiencias (algunas de traca) y descubriros lugares que son, cuando menos, de lo más particular.

¡Hasta el lunes!

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5 reflexiones sobre “AZERBAIYÁN: Sorpresas te da la Vida

  1. Diego Sogorb

    Ja, ja, me encanta tu blog. Me parto de risa con tus articulos, ademas de que son entretenidisimos. Enhorabuena y no dejes nunca de escribir y publicar. Deberias de hacer un programa de television. Por cierto, hay algun pais al que no hayas visitado? Je, je. Un abrazo!

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    • TravelZungu Autor del Post

      Gracias por tu mensaje Daniel. Me alegro de que te eches unas risas! Para que te miento, yo también me las echo conmigo mismo! En cuanto a países que me falten por visitar, alguno hay pero los puedo contar con los dedos de una mano. Pronto haré el pleno! Abrazotes!

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  2. leon Hochman

    Después de dos lunes seguidos sin recibir tu blog, hoy por fin lo recibi. No se por que algunas veces no me llega lo cual me hace sentir como que no desayuné.
    Un abrazo.
    León Hochman.

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    • TravelZungu Autor del Post

      Hola León! Que raro que no te haya llegado. Lo lamento. Lo mismo se te desvió al spam? En cualquier caso, puedes leer los posts anteriores en el blog para que te des un buen desayuno!! Abrazos viajeros!

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