KARACHI, PAKISTÁN: ¿Caos Bajo Control?

Pakistán es mucho Pakistán y Karachi, su ciudad más poblada, es mucho Karachi. Yo no tenía planificado ir allí en aquella ocasión pero el destino postró mi trasero en sus calles en medio de unas inundaciones brutales. Hoy os cuento cómo fue aquello…

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Dejamos entonces el granito y la clase de la isla de Jersey en el Canal de la Mancha y nos trasladamos a un país con una marcada personalidad y bastante que ver: Pakistán. ¡Vámonos!

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Escribir sobre Pakistán me podría llevar mares de tinta así que, de momento, me voy a centrar en esta megalópolis que probablemente no será la ciudad preferida de muchos pero nadie podrá dudar de que tiene enjundia.

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Comenzaba este post diciendo que no estaba en mis planes visitar esta ciudad y así era. Yo me encontraba en la capital del país, Islamabad, tratando de coger un vuelo a Kabul en Afganistán. Para mi sorpresa, en el aeropuerto me dijeron que mi vuelo había sido cancelado y que ya podía esperar unos cuantos días… Nadie se hacía cargo del asunto ni me ofrecían alternativas ni nada de nada. Allí, con mi equipaje, vestido al más puro estilo pakistaní, tuve que tomar decisiones “over the march”.

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Se me ocurrió la socorrida idea de comprar el primer vuelo que saliese a algún lugar desde el que poder, de repente y en algún momento, volar a Afganistán. ¿Y a dónde iba ese vuelo? Pues a Karachi, al Sur del país. Salía en 40 minutos así que, no sé como… en 20 ya estaba en la puerta del avión con mi tarjeta de embarque ¡más feliz que una perdiz! Sitio nuevo para explorar, felicidad absoluta para mis entrañas.

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Ya en el avión empezó la diversión. Pasaba la azafata con el clásico “¿pasta o pollo? ¿Agua o zumo?” y el pasajero del asiento frente al mío respondía a la pregunta con un solemne “Sí, pescado y Cocacola Zero…”. Todo el mundo se estiraba como si estuviera en su casa y se quitaban el cinturón de seguridad nada más tocar tierra y entre aplausos. Yo pensé: “¡Amo a este país!”.

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Al llegar tenía que organizar mi salida de allí, no ya solo porque me esperaban en Afganistán sino porque ¡¡Karachi estaba en buena parte inundado!! Desde la noche anterior las lluvias habían sido tan fuertes que, al llegar yo, ya estaba la ciudad totalmente colapsada con zonas en las que te llegaba el agua por la cintura. ¡Iba a ser un día genial!

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Lo primero que hice fue comer algo y, aunque poco original, me metí en el McDonalds del aeropuerto para pagar por un menú BigMac lo mismo que en Madrid. Y mira que es barato Pakistán… En los aeropuertos, ya se sabe. No obstante, me supo a gloria. Con sus pataticas y todo… (lo reconozco, de vez en cuando, muy de vez en cuando, me zampo una hamburguesa de este lugar. ¡No lo puedo evitar!).

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Conseguí comprar un vuelo a Kabul vía Dubai que salía de madrugada así que tenía un laaaaaaargo día por delante en la ciudad. ¿Y qué necesitaba? A alguien que me la enseñase (la ciudad). Busqué y negocié con un taxista que me llevase a los sitios que había yo previamente investigado y a lo que le pareciese a él de relevancia. No hablaba muy buen inglés pero nos entendíamos de una forma u otra.

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Era un chico joven y muy simpático. Nos echamos unas buenas risas y pasamos un día fantástico esquivando calles y carreteras inundadas, tomando té en lugares tétricos rodeados de mafiosos y sacando fotos a todo lo que se movía (cuando se podía, claro).

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Aparte de la cantidad de agua que vi (afortunadamente acababa de dejar de diluviar), pude observar también la infinidad de armas que hay en la ciudad y los innumerables controles que se encuentran por todos lados. Es una ciudad peligrosa, de eso no me cupo la menor duda. El lujo convive con la extrema pobreza y todo el mundo fuma hasta en el mar.

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La mayoría de sus habitantes visten de igual forma con su “shalwar kameez” (que es de lo más cómodo que me he puesto en mi vida) y yo iba camuflado con el mío y una barba que me había dejado para pasar lo más desapercibido posible. ¡Solo tienes que elegir el color! Viene a ser una camisa larga con algún bolsillo y unos pantalones anchíiiiiisimos que se ajustan con un cordón. Si engordas, te sirven aunque te pongas como Obélix.

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Karachi es una ciudad grande, inmensa, con más de 15 millones de habitantes. Una de las más pobladas del planeta y su crecimiento es tan espectacular que ha duplicado su población en las últimas décadas. Y eso se traduce en que nos encontramos con un lugar caótico, de tonos marrones y grises, con mucha basura, pero con mucha vida allá donde mires. No faltan los edificios propios de una gran ciudad y la arquitectura colonial inglesa, amplias autopistas y ¡playas!

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La semana que viene os cuento algunos de los lugares que más me impactaron y algunas vivencias que hicieron, de esta visita, una para recordar.

¡Hasta el próximo lunes!

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