TAYIKISTÁN: Sucesos Inesperados Rumbo al Norte II

Nos quedamos el lunes pasado en una situación muy tensa en el Valle del Mojito en el que aquel embriagado señorín que cuidaba el terreno en el que habíamos acampado me estaba dando un ABRAZO INFERNAL. Me cantaba a gritos con su terrible aliento y se abrazaba a mí para no caerse. ¡¡Su cogorza era monumental!!

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Si quieres leer cómo empezó todo, léete el artículo “TAYIKISTÁN: Sucesos Inesperados Rumbo al Norte Iaquí. Yo sigo en éste que tiene miga la cosa…

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El hombre estaba muy, pero que muy, pesadito. En cuanto me soltaba, se iba corriendo a tocar a las chicas del grupo dando tumbos y cayéndose sin parar. Nosotros, por nuestro lado, tratábamos de detenerle como podíamos y se me ocurrió la feliz idea de empezar a cantarle a él. En una de esas caídas, se quedó sentado y me miraba curioso, como tratando de recordar la canción que yo le cantaba. No se me ocurrió otra (y a saber por qué) que la de “Ay quién maneja mi baaarcaaaa quiéeeeen… que a la deriva me lleeeeva quiéeeen…”. ¡¡Si se la llega a saber, me da un pasmo!!

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Como no parecía contentarse del todo, tocó bailarle también. Otro amigo me siguió y se montó allí, de repente, un pequeño show con coreografía original para que el hombre se calmase. Empezamos a desplazarnos mientras bailábamos para sacarle de nuestra zona y conseguimos llevarle, poco a poco, a unos 100 metros (él se levantaba para seguirnos y se iba cayendo en la hierba cada tres pasos). Jugamos un poco al despiste bailando y cantando al tiempo que nos alejábamos. Todo parecía volver a la normalidad mientras él se quedaba dormido.

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¡¡¡PERO NO!!! Vino corriendo e intentó golpearme a mí, luego le pegó un empujón a mi amigo, agarrones, gritos… En un giro brusco se fue corriendo a una caseta a coger algo. La cosa se podía poner peligrosa. Cuando pensábamos que iba a sacar un cuchillo o a saber qué… ¡¡No!! ¡¡Lo que sacó fue una botella de vodka!!

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Al final, ya no sabíamos qué hacer. Esquivábamos sus golpes, los lanzamientos de botella y le llevábamos lo más lejos posible del grupo. En una de las ocasiones en las que parecía quedarse dormido, salimos corriendo al grito de “¡¡¡TODOS AL INTERIOR DEL CAMIÓOOOON!!!”. Se estaba haciendo de noche y la estrategia ahora era quedarnos dentro calladitos, no hacer ningún ruido y esperar a que se cansara y se fuera a dormir la mona.

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Pero aquél hombre era incombustible y vino, claro que vino, varias veces y daba vueltas al camión sin entender como 20 extranjeros habían sido abducidos en su valle. Pasó el tiempo y el hombre seguía por allí. Estaba totalmente oscuro pero le podíamos ver a veces con la luz de la luna. Las necesidades fisiológicas de la gente empezaron a hacer acto de presencia y a las chicas les daba pánico salir. ¡¡Qué tensión!! Salíamos en grupo para controlar el perímetro y, finalmente, a alguna hora indeterminada de la noche, el que se abdujo fue el señorín… Ya no le veíamos, ya no le oíamos cantar… Ya podíamos dormir también nosotros…

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A la mañana siguiente le pudimos ver roncando abrazado a una roca no muy lejos. Todo había pasado… Y nosotros, seguimos ruta…

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Nuestra siguiente parada fue Istaravshan. Tenía un mercado muy animado y una mezquita/mausoleo que era preciosa. ¡¡Parecía que estabas más en el Tíbet que allí!! La decoración era impresionante y le pedimos al Imán, que andaba por el recinto, si nos podía enseñar el mausoleo a lo que accedió encantado. La verdad es que nosotros (éramos dos en ese momento) pensábamos echar un vistazo y no molestar más que una par de minutos pero aquél hombre, tras abrir una serie de candados, nos invitó a entrar y nos sentó.

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En un periquete se montó allí una sesión de rezos y oraciones que no entendíamos pero, por no ser irrespetuosos, nos vimos 20 minutos de rodillas recitando con él versos del Corán (bueno, él, porque nosotros ni idea) sin querer. ¡¡No parecía tener fin pero fue toda una experiencia!! y nos acercó más a su cultura, sin duda.

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Y seguimos camino hacia Juyand (Khujand) que es la segunda ciudad de Tayikistán. La verdad es que me sorprendió con sus bonitas mezquitas, su realmente increíble mercado con su espléndida plaza, el inmenso río y la estatua de Somoni (padre de la nación tayika que, además, da nombre a la moneda del país)…

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Fue una excelente parada antes de dirigirnos a la frontera con Uzbekistán, un país del que ya os he hablado y sobre el que podéis leer aquí. Nuestros días en Tayikistán terminaban pero no sin dejar un largo reguero de magníficas vistas, sucesos inesperados y memorias indelebles.

¡¡Hasta el lunes que viene!!

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