Parece que muchas veces, cuando pensamos en islas de países ajenos, la mente nos lleva a lugares súper remotos y no nos paramos a pensar en que cerca también existen. Y no todo el atractivo de las islas reside en las playas y algunas tienen muchas bondades. Entre ellas, encontramos la isla portuguesa de Madeira.
Pues venga, abandonamos el mundo etíope de las últimas dos semanas y nos vamos al océano Atlántico, al Norte de mi tierra, las Islas Canarias, y al Oeste de Marruecos.
Siendo honesto, no esperaba que me fuera a gustar tanto Madeira pero me sorprendió gratamente. Por un lado, me recordaba a Gran Canaria. Supongo que por sus paisajes, bosques y gastronomía, aunque hace tantos años que no voy a Canarias que lo mismo no se parecen tanto. Por otro, me pareció entrañable. Quizá porque era Navidad, quizá por la amabilidad de sus gentes, quizá por sus pintorescas y tranquilas poblaciones.
Fui con una buena amiga viajera y salimos de allí los dos encantados de la vida a pesar de no haber estado mucho tiempo. Merecía más sin duda. ¡¡Qué bueno que está cerca!!
Funchal, la capital, es de lo más cuco. Tiene un centro histórico y un casco antiguo por el que da gusto pasear de día y de noche y en Navidad era un festival de luces, belenes, gente, muy buen ambiente y alegría. Uno de los despliegues navideños más grande y espectacular que he visto. A eso hay que sumarle callejuelas llenas de bonitos cafés, tascas con personalidad, suculentos restaurantes, acogedoras terrazas, mercadillos llenos de color y un paseo marítimo que es una delicia.
Hay que reconocer que es una isla turística y, como tal, no faltan lugares en el que se concentran las cámaras y los gorros de explorador a juego con las riñoneras. Por cierto, si algún día me veis por algún lugar del mundo con gorro de explorador y riñonera os pido que me deis una buena colleja. Sin preguntar.
De entre estos lugares destacaría el pueblo de Santana, con las casas típicas de Madeira, el Cabo Girao, al que le han instalado un mirador con el suelo transparente que da cosita (¡ojo si tenéis vértigo!) pero que es espectacular y las piscinas naturales de Porto Moniz, que junto al pueblito, es una belleza.
Dadas sus características y su orografía, esta isla está llena de túneles que van revelando paisajes dramáticos, subidas y bajadas que desembocan en bosques y pueblos con el mar omnipresente dominando el horizonte. Los bosques, en particular, me fascinaron. Son impresionantes.
Aunque si lo que busco son playas mi primera opción no sería Madeira, no le faltan algunas de muy buen ver. En general son de piedras o de arena traída de Marruecos pero hay una, Prainha, que es de arena autóctona (negra y volcánica, como el origen de la isla). Las piscinas naturales son una muy buena opción en este ámbito. Otra buena forma de disfrutar el mar.
En cuanto a la gastronomía, me llevé una alegría cuando me dijeron que tenían vieja. Ese pescado que se come mucho en Canarias y que es una verdadera maravilla. ¿Y las lapas? También, y muchas. ¡Buenísimas!
Recuerdo que en el lugar en el que nos quedamos a dormir era total. Abrías una puerta y salías al área de habitaciones y recepción, habrías otra y entrabas en el bar. ¿¿Se puede pedir más?? Tan atolondrados nos tenían las puertas que cuando quisimos abrir la puerta que daba a la sección de habitaciones, éramos incapaces de hacerlo. Que si empujando por aquí, medio forzando la cerradura por allá…
Terminamos llamando al teléfono de urgencias del sitio varias veces (ya no había recepción operativa) y apareció un hombre allí con los párpados colgando y bostezando que giró el pomo, la abrió en un cataplasma y dijo: “¿Y el problema cuál era?”. Nosotros, después de liarla parda allí, nos miramos, nos quedamos en silencio y pusimos una de nuestras mejores caras de “¡¡¡UUUPS!!!”…
¡Hasta la semana que viene!
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