La semana pasada os presentaba la ciudad de Calcuta y la definí como India en pura esencia. No muy lejos de la ciudad encontramos el bosque de manglar más grande del mundo: Los Sundarbans. Uno de los sitios del planeta donde se puede encontrar al Tigre de Bengala.
Así que, como os prometí, hablaré hoy de este fantástico lugar que se encuentra en la Bahía de Bengala separando a la India de Bangladesh.
Una amiga viajera y yo nos fuimos a los Sundarbans a disfrutar de paisajes en un entorno “besho, besho, besho” y a ver si nos tocaba la lotería y veíamos un tigre de paso.
Llegar hasta allí requiere de logística aunque no es tan complicada. Un rickshaw, un coche, un carromato y una barca. ¡De lo más divertido! Sobre todo el carromato del que estuve a punto de caerme y dejarme el cogote. Por varias zonas de este parque nacional, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, hay campamentos en los que te puedes quedar a dormir y desde los que sales a explorar el bosque de manglar. Una maravilla.
Como en todo campamento que se precie, no faltaban la hoguera, los cánticos, la comida y una buena cerveza. Pero, a partir de allí, empieza lo mejor. Para apreciar de cerca los manglares no hay mejor forma que ir en una barca por sus numerosos recovecos y también a pie por zonas accesibles en las que puedes interactuar con la eventual población que vive en la región. Observar como viven, qué comen, cómo se expresan… Para mí son todo un lujo esos momentos. Son de los que más se te graban.
Pero principalmente uno viene a un territorio así a ver animales. Desafortunadamente, algunos de éstos están en peligro de extinción como es el caso del Panthera Tigris Tigris o, lo que es lo mismo, el Tigre de Bengala de toda la vida. Pero no os penséis que es tan fácil ver un Tigre de Bengala, no.
En los Sundarbans es una lotería y es muy difícil. No voy a decir que es como ir a Lago Ness y ver a Nessie pero… ¡Ojo! Que también es cierto que lo sabes de antemano y la expectativa es baja. Que no os engañen. Hay sitios mejores para ver al Tigre de Bengala.
Nosotros alargamos el cuello por todos los rincones que encontramos, subimos, bajamos, entramos, salimos, saltamos, cruzamos… Y no hubo suerte. No hubo arbusto cercano que no menease para ver si me lo encontraba de frente y lo único que conseguí fue llevarme un “ramazo” en la cara.
Habría que estar más tiempo y adentrarse mucho, pero que mucho, más. Nuestro gozo en un pozo. Eso sí, vimos cocodrilos y otros reptiles, macacos, todo tipo de aves y chitales “ciervos moteados” entre otros. La fauna y la flora de la zona es magnífica aunque te obligue a agudizar los sentidos en busca del excitante avistamiento.
Quiero hacer un especial énfasis en las aves ya que había especies (conocidas por todos, por supuesto) como la cotorra de Kramer, el chorlito, la agachadiza común, el cuervo picudo, el andarrío bastardo… Vamos, no llego a ver allí la lista y me creo que me están hablando de la lista de vecinos de alguna corrala…
Como no las pude fotografiar, voy a ponerme en este instante, y sin demora, a estudiar los hábitos nocturnos de la agachadiza común para saber de dónde viene ese nombre que es un poco sospechoso… y, a vosotros, os dejo por esta semana tras estos dos días en los Sundarbans que siempre atesoraré en mi memoria.
¡Hasta la semana que viene!
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