Melilla, ESPAÑA: ¡¡Hay Que Ir!!

La mayoría sabe que existe esta ciudad pero pocos se animan a conocerla. Una pena ya que hay que ir ¡sí o sí! ¿Por qué? Porque es una maravilla, da gusto visitarla y es una oportunidad para pisar África sin salir de territorio español :) Todo esto, entre muchas otras razones de peso.

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Tras comernos unas buenas trufas en la península de Istria en Croacia, damos un salto al Norte del continente africano para conocer una verdadera perla española que allí podemos encontrar. ¡Vámonos a Melilla!

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Esta ciudad autónoma, testigo de muchas guerras, es parte de España desde 1497. Antes del descubrimiento de América, antes de que a Magallanes le diera la “viajitis aguda” y, aunque tengo algunas dudas, creo que incluso antes de que se emitiera por primera vez el programa Saber y Ganar.

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¿Y dónde se encuentra? Al Sur de la costa almeriense, en la costa mediterránea de África, colindando con Marruecos y el Mar de Alborán. Es pequeña, sí, la verdad es que si caminas un rato, te sales. Pero lo que tiene de pequeña, lo tiene de imponente.

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A diferencia de Ceuta, la otra ciudad autónoma de la que un día os hablé (y que es otra maravilla), a Melilla se puede llegar en avión y es que es la forma más fácil de llegar desde la península aunque se puede ir en ferry.

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La primera impresión que me dio fue que es muy apacible. Es tranquila, está limpia, huele bien… Todo parece estar ordenado, cuidado, preparado para recibir al visitante con los brazos abiertos pero sin agobiarle.

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Por otro lado, es uno los lugares de mi país en los que el patriotismo se me hizo muy evidente. Al mismo tiempo, la armonía existente entre las múltiples religiones que conviven, es patente también.

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Podríamos decir que la ciudad se divide principalmente en dos partes: La moderna y Melilla la Vieja. En la primera, lucen sus bonitos parques, sus vistosas plazas, sus elegantes edificios, su organizado puerto… Por cierto, muchas salas de juego vimos por allí… Me sorprendió.

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¿Y las playas? Pues para qué os miento. Fantásticas, con buenos servicios y a pie de calle. ¡Y con algunos chiringuitos de altura! Todo sea dicho, en uno de ellos comí los mejores caracoles de mi vida y también las mejores coquinas de mi existencia. Así de claro. ¡¡Cogería un avión solo para darme un atracón!!

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En otra parte de la ciudad, solemne y elevada, nos adentramos en la amurallada Melilla la Vieja. Qué lujo visual, de verdad. Qué vistas, qué murallas, qué callejuelas, qué cañones, qué pasajes, ¡qué bien conservada! Es como dar un salto al pasado que invita a imaginar el acontecer y los avatares de antaño. Pasear por sus calles, detenernos en sus miradores y disfrutar de su oferta histórica es un regalo. Imperdible.

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Antes de irnos de allí, pudimos ver la famosa valla por la que saltan tantos inmigrantes subsaharianos. Esa que divide Marruecos de España. Está ahí, a la vista (ya os digo que el lugar es pequeño) y a poco que camines un rato en cualquier dirección te toparías con ella. No voy a entrar en detalles pero ya os digo que no os acerquéis mucho, mucho… Que te puedes meter en un lío… No digo más

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Siempre tuve ganas de ir a Melilla y, desde que fui, lo que tengo son ganas de volver y es que es preciosa tanto de día como de noche. ¡¡Hasta pronto Melilla!!

Y, a vosotros, ¡¡Hasta la semana que viene!!

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