La mayoría de las personas a las que les gusta viajar sueñan con ir a África alguna vez, ¿o no? Pero a muchas siempre le vienen los mismos nubarrones a la cabeza. Que si es peligroso, que si está lejos, que si hay mosquitos, que si no hay gazpacho, que si la corrupción, que si la malaria, etc, etc.
Pues yo os respondo que el peligro es relativo, que la lejanía también, que hay mosquitos en todos lados, que como el gazpacho de mi madre no hay ninguno, que no conozco país sin corrupción y que para la malaria hay pastillas. Aún así, entiendo que, a veces, hay resistencias.
Hoy os traigo un país que os puede poner las cosas fáciles y que supone una gran introducción al continente africano: ¡Senegal! ¿Por qué? Porque tiene un desarrollo bastante decente, porque hay conexiones de vuelos muy buenas para llegar allí (desde España o Estados Unidos hay vuelos directos, por ejemplo), porque puedes sentirte en África sin tener que complicarte la vida ni estar apartado del mundo en una tribu con gente con hojas por delante y por detrás, porque tiene hoteles de primera línea para quién los desee, porque tiene una capital que es una ciudad con buenos servicios… En definitiva, un lugar para comenzar a conocer lo maravilloso que es este continente sin mucho estrés.
Así que dejamos Myanmar y sus pagodas en las que estuvimos hace una semana y nos vamos al continente negro. De vuelta a sus gentes y paisajes, a sus luces y a sus sombras… ¡Vámonos!
Para empezar, ubiquémonos. Este país se encuentra al sur de Mauritania, al norte de Guinea-Bissau y Guinea y al oeste de Malí. También tiene un país al que rodea completamente con su territorio que es Gambia.
Senegal tiene muchos elementos que le hacen disfrutar a uno de África sin tener que adentrarse en zonas que requieren de complejas logísticas pasando penurias o incomodidades. Aquí te bajas del avión y y ya te encuentras con carreteras y alojamientos para todos los gustos. Adicionalmente, estarás rodeado de simpáticos locales que están acostumbrados a turistas y otros visitantes. Es gente muy abierta y amable.
La capital, Dakar, es bastante cosmopolita y elegante (para ser africana), tiene grandes edificios y, en general, buen asfalto. La vida nocturna es notable y la música un gran atractivo. La cultura musical de esta nación ha regalado excelentes cantantes y grupos que se pueden disfrutar en numerosos locales. Por otro lado, también dispone de bulliciosos mercados y lugares en los que comprar souvenirs africanos hasta caer rendido.
Algo que sorprende aparte de la calidad musical, es la calidad artística también en otras disciplinas como la pintura y la artesanía. Es un lugar peligroso para aquellos que no pueden evitar comprar de forma compulsiva. Yo, con los años, me he ido convirtiendo en menos comprador. Y no porque no me guste lo que veo ¡sino porque no tengo ya dónde ponerlo! Mi casa parece un bazar marroquí y el fantástico cuadro con motivos africanos que compré en la Isla de Gorée se ha convertido en un “pongo”. Ya os hablaré de esta isla más adelante.
Mis tres opciones son: 1. Ponerlo en el techo o en el suelo (una opción que se me antoja un poco raronga), 2. Reemplazar alguna otra cosa que tengo en la pared (que está hasta las trancas) o 3. Tenerlo enrollado detrás de la puerta de mi casa (que es el caso). Mira, lo mismo lo sorteo entre vosotros porque es genial y necesita un hogar en el que lucir. Le pasa un poco como a James Rodríguez en el Real Madrid: es muy bueno pero tiene a la BBC como ofensiva titular.
Dakar también ofrece algunas playas en sus cercanías y da gusto ir allí. No sólo porque una playa siempre es un lugar fantástico para pasar unas horas sino porque puedes comer un pescado fresco a la parrilla que es increíble. Pero no sólo pescado se puede comer. La verdad es que Senegal tiene una oferta gastronómica muy buena. Me estoy acordando de los macarrones Hacendado que me comí anoche en casa y, no por hacerles de menos, que yo con mi perejil y mi aceitico los apaño, pero no hay color.
Pero no todo es playa, ¿eh? No muy lejos de la capital encontramos el Lac Rose (Lago Rosa o Lago Retba) que adopta ese color gracias a la bacteria salina Dunaliella que produce un pigmento rojo para absorber la luz solar. Esto ocurre especialmente en la temporada seca (de noviembre a junio). El contenido salino del lago es tan alto en este lago que podrías leer el periódico sin mojarlo porque flotas casi como un corcho. Un efecto similar al del Mar Muerto.
Y como Senegal es muchísimo más y a mí me está entrando hambre a tope, la semana que viene os contaré otras tantas cositas interesantes e iremos a otros lugares del país. De momento, yo me voy a hacer unos espaguetis (Hacendeitid) para mantener este tipillo romboide que se me está quedando.
¡Hasta el lunes que viene!
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Honor para mi el haber estado contigo en Senegal.
Un abrazo.
León Hochman.
Un honor para mí también contigo! Un abrazo!