TAYIKISTÁN: ¡¡¡POR FIN!!!

La semana pasada os conté la odisea que nos supuso llegar a la frontera entre Kirguistán y Tayikistán pero la Pamir Highway (Carretera del Pamir) nos deparaba todavía muchas sorpresas y, todo sea dicho, muy positivas. ¡¡Tayikistán es espectacular!!

Si no leísteis el post anterior en el que nos quedamos tirados en la frontera para poder llegar, lo podéis leer aquí para que os pongáis al día de este aventurón. Seguimos…

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Estábamos en el puesto fronterizo ya del lado de Tayikistán. Habían sido días duros para llegar allí y, de repente, al revisar nuestros pasaportes… nos percatamos de que a un miembro de nuestro grupo ¡¡se le había olvidado imprimir la confirmación de su visado!! ¡¡OH, NOOOOOO!! Lo que nos faltaba. Y entre eso y que ellos, aunque hacían muchos esfuerzos, no hablaban suficiente inglés, la cosa se complicó bastante. Entre todo aquel embrollo, me fijé en que nuestros nuevos amigos tenían unos rasgos muy diferentes a los habitantes de Kirguistán que acabábamos de dejar atrás. ¡¡Casi todos tenían rasgos caucásicos y los ojos verdes!!

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Volviendo al meollo de la cuestión… Nos ofrecían ir hasta el primer pueblo (a unos 50 kilómetros) a imprimir el documento faltante si es que encontrábamos internet y una impresora, claro. Algo bastante improbable especialmente ahora que se estaba haciendo de noche y era una carretera de montaña en no muy buen estado. Al final… que tú, que yo, que éste, que el otro, que si esto y que si aquello, que si la abuela fuma, que si los árboles del Retiro se caen… Vamos, que logramos continuar… El retraso que llevábamos era importante y la Carretera del Pamir no es precisamente un lugar para transitar de noche. Es muy peligroso ¡¡especialmente con nieve!!

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Pero tampoco teníamos muchas opciones así que tuvimos que hacer algo que se hace cuando no te queda otra y a lo que, lógicamente, muy pocos se atreven: conducir por la Pamir Highway en la oscuridad entre montañas, nieve, estrellas y sombras… La otra alternativa era dormir en el vehículo a 4.200m de altitud, rodeados de blanco y a varios grados bajo cero.

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Muy despacio y sin ver muy bien el entorno, llegamos muy tarde a un pueblo llamado Karakul (aunque allí no vi a nadie con cara de trasero, la verdad). Que menos mal que no fuimos allí a imprimir nada porque aquello es enano, con muy pocos habitantes y con muy poca pinta de tener un cybercafé para qué engañarnos. ¡Y teníamos que dormir! Afortunadamente, tras buscar por todos lados y llamar a algunas puertas, una familia nos acogió. La madre de la familia tiró un sinfín de mantas por todos los suelos de la casa y nos apelotonamos todos para intentar descansar. Era muy divertido. Cada vez que alguien se movía o roncaba o lo que fuera, el resto se enteraba. Si es que ¡¡estábamos pegados unos a otros!!

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Y no sé qué había comido pero, justo cuando parecía que iba a empezar a roncar como un oso blanco groenlandés, mi estómago hizo un ruido alarmante y me di cuenta de que tenía que ir al baño. Me intenté levantar pero… ¡¡¡solo podia evitar irme por la pata abajo estando en cuclillas!!! Así que como una rana y a saltitos, pasé por encima de unas 20 personas pisando algún que otro tobillo y alguna que otra mano hasta que llegué a la puerta. Allí, cual sapo oteando el entorno, fui consciente de mi situación. Estudiemos el caso: 1. El “baño” estaba a unos 100m. 2. Estaba a la intemperie. 3. Altitud: 4.000m. 4. Temperatura: -10º. 5. No me podía levantar. 6. No veía un carajo. 7. Me estaban entrando unos preocupantes sudores fríos. Querido amigo Usain Bolt, no sabes lo que es correr. No quiero decir más…

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A la mañana siguiente, ¡¡descubrí que había otro baño justo a 10m de la puerta de la casa!! Curioso inodoro, por cierto… Lo bauticé como de “tordo largo”.

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La gente se iba despertando entre quejas de que nuestras vidas habían corrido peligro y esas cosas pero se nos quitó todo al ver el Lago Karakul. ¡¡Qué bonito!! Y es que, la Carretera del Pamir, regala unos paisajes increíbles y que no han sido accesibles a los extranjeros hasta hace relativamente poco. Es una carretera remota, en partes desértica, ciertamente montañosa y muy, muy deslumbrante.

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En ese punto nos encontrábamos a unos 15 kilómetros de la frontera con China pero no íbamos en esa dirección, claro está. Aparte, para llegar habría que atravesar unas montañas de tomo y lomo. Por cierto, hablando de tomos, si a alguien le interesa una magnífica enciclopedia, que me escriba, que se la vendo a precio de gallina flaca.

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Y tocaba seguir ruta. Estábamos deseosos de seguir explorando y de degustar cada sorbo de vida que nos daba Tayikistán; tierra de amables gentes, geografía sublime y encuentros inesperados

No obstante, por ahora os digo: ¡Hasta el lunes que viene!

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