En este artículo no hablaremos de un país sino de un lugar que con razón es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Accesible, espectacular e imponente… Una de la cataratas más visitadas del mundo: Las Cataratas de Iguazú. De hecho, fueron nombradas una de las “Siete maravillas naturales del mundo” y son de las más bellas que existen.
Dejamos Guinea entonces, donde pasamos las dos últimas semanas (donde también vimos una cascada… pero nada que ver, claro está) y nos vamos a Suramérica. En concreto, a un sitio que se reparten Argentina y Brasil. ¡Vámonos!
Como digo, las cataratas se las reparten estos dos maravillosos países y quedan muy cerca de la tri-frontera que hay entre Paraguay, Argentina y Brasil. En el país de los tangos se llaman Cataratas de Iguazú y en el de la samba, Cataratas Do Iguaçu.
El nombre ya lo dice todo porque, en idioma guaraní, Iguazú significa “Agua Grande”. Y tan grande. Aquello es inmenso en medio de la selva. Son magníficas, poderosas, asombrosas… Y se descubrieron en 1.542 por Álvar Núñez Cabeza de Vaca y me imagino lo que dijo al llegar: “¡¡POR LOS CLAVOS DE CRISTO!! ¡¡CUÁNTA AGUA!! ¡¡Y QUÉ GANAS DE HACER PIS!!”.
La mayor parte de las vistas se encuentran en la parte argentina aunque son impresionantes desde ambos lados. Aguas turbulentas que caen rugiendo desde 275 saltos (con una altura máxima de 82 metros), vistos desde infinidad de rincones y que dan para hacer mil fotos. El ruido desde cerca es a veces realmente ensordecedor y os vais a mojar en algún momento probablemente. ¡¡Ojo con los smartphones!! Que os puede dar un patatús si se os estropea y no quiero reproches. ¡Nosotros salimos empapados en alguna ocasión!
Yo iba con mi novieta de aquel entonces. Íbamos los dos de la mano por los diferentes recorridos dándonos un besito de tornillo en cada “paradiña”. Cuánto amor. Por cierto, que si algún día vais, recordad que en las noches de luna llena, se hacen visitas nocturnas bajo ese brillo especial que adquieren las aguas y el entorno. Ahí sí que el amor fluye del todo y el corazón os hará “pliki-pliki” a tope.
En cuanto a los recorridos, hay tantos… El Sendero Verde, el Circuito Superior, el Inferior, la Garganta del Diablo (oh… majestuoso al borde del precipicio…), paseos en helicóptero, en barco, safaris (para ver los animalejos de la zona), excursiones por la selva… En fin, que os hacéis una idea de que se puede hacer de todo por allí y para todos los gustos. Cada experiencia es distinta y ya depende de lo que os queráis mojar, las sensaciones que queráis sentir y las ganas de aventura. Nosotros recorrimos ambos lados pero con uno está bien, ¿eh?
Fijaos que, por allá por el siglo XIX, Don Gregorio Lezama, ilustre vecino de Buenos Aires fue el primer propietario de estas tierras pero él no le veía a esto ningún interés. Total, un montón de agua que hacía mogollón de ruido y no podía poner su hamaca sin terminar con las yemas de los dedos arrugadas… Para qué, ¿no? Pues las vendió en un remate público con el siguiente anuncio: “Bloque de selva que linda con varios saltos de agua”. Ay, Goyo, Goyo… Tus biznietos te dicen “hola”…
Si alguna vez estáis por el Sur de Suramérica, os lo recomiendo como guinda a vuestro gran viaje al continente en el que he pasado más de seis años de mi vida.
Y no me voy a enrollar mucho hoy que creo que las imágenes lo dicen todo. Lo que sí os adelanto es que, algún día, os hablaré de Ciudad del Este, en Paraguay, que es hacia donde nos dirigimos tras conocer las cataratas. Vaya sitio…
¡¡Hasta la semana que viene!!
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