BISHKEK, KIRGUISTÁN: La Capital Agradable de Gentes Sonrientes

Asia Central es una región de lo más interesante en la que cada país nos ofrece algo diferente. En cuanto a sus capitales, hay de todo pero para mí la de Kirguistán, Bishkek (Biskek), es seguramente una de las más fáciles y agradables (aunque no sea la más bonita).

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Dejamos pues Chauen, en Marruecos, la ciudad azul y mágica que exploramos la semana pasada y nos trasladamos al corazón de Asia, a Kirguistán. ¡Vamos que nos vamos!

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Kirguistán ha sido (y es todavía) quizá el país de esta zona que más apertura ha dado al turismo ofreciendo facilidades de entrada en sus fronteras y apostando por algunas infraestructuras para recibir al visitante. Los otros se van abriendo poco a poco y, hoy en día, han dado grandes pasos (como por ejemplo, Uzbekistán) pero en el país que hoy os traigo es casi todo relativamente fácil y cómodo.

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¿Y dónde se encuentra? Pues, en líneas muy generales, más o menos entre España y Japón y al Norte de Pakistán, jeje. Los países que le rodean son Kazajistán (al Norte), China (al Este), Tayikistán (al Sur) y Uzbekistán (al Oeste).

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Yo llegué a Bishkek de madrugada y tras ser rescatado por el ejército en las montañas de Kazajistán (puedes leer ese artículo aquí). Llegamos rendidos con las ojeras rebotando en los empeines y la bienvenida fue muy buena. Tras un buen descanso, a la mañana siguiente descubrí una ciudad limpia, con muchos árboles, amplias plazas, grandes avenidas, flores, arquitectura y monumentos soviéticos en numerosos lugares, hoces y martillos no faltaban…

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Si tuviese que resumir, me quedaría con barato, desarrollado y agradable. Y agradables son también sus gentes. Ya sabéis que a mí me encanta integrarme con la “pipol” allá donde voy y aquí es que se les nota la curiosidad por el extranjero y siempre tienen una sonrisa para ofrecerte.

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No faltan aquellos que escupen por la calle sin ningún pudor pero los jóvenes ceden sus asientos a los mayores en el autobús y se desviven por ayudarte. Para mi infortunio (y supongo que el de muchos), si te quieres comunicar, el ruso es una herramienta indispensable.

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Aún así, tuve mis ratos de charla con jóvenes que sí habían estudiado inglés y les cosí a preguntas sobre su cultura y tradiciones. Me sorprendió lo referente a los asuntos matrimoniales. Todavía se arreglan matrimonios pero de una forma más alivianada que en otros países. El mecanismo es el siguiente:

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Las familias se intercambian fotos de los potenciales novios. Tras estudiar fotos procedentes de varias fuentes (familias), estos jóvenes eligen a sus favoritos y los padres conciertan una cita en el caso de que los pipiolos se hayan elegido recíprocamente. Si se gustan en esa cita… ¡en un mes están casados! Es como una web o app de ligoteo pero ¡sin conexión a internet!

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Las chicas de aquel grupo se turnaban para decir que les encantaban los caballerosos, los que les pagan todo y los que las tratan como a reinas… Ahí lo dejo por si queréis ir a buscar pareja a Kirguistán.

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¿Y la comida? Oh… ¡Me encanto! Comencé mi andanza gastronómica con un buen beshbarmak. Ya os hablé de este plato cuando fui a Kazajistán la primera vez y es que me fascina esa carne con esa pasta casera y su salsa… (me está entrando un hambre del carajo a medida que escribo).

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Y ese caminar me llevó al Osh Bazaar, el gran mercado de Bishkek donde se puede comprar de todo (¡hasta hay una sección inmensa de ropa militar!). Si buscáis un pantalón de camuflaje solo tenéis que ir a este lugar. Queda un poco lejos pero vais a tiro hecho. Recuerdo también la leche fermentada de caballo, la mantequilla tradicional, las especias, los orejones…

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Y, si bien el beshbarmak me fascina así como las viandas frescas del mercado, mi experiencia culinaria preferida de aquellos días fue una cena en un sitio enano de cuatro mesas para los obreros de la zona dentro de un túnel subterráneo que comunicaba dos grises calles de la ciudad. ¿El menú? Tallarines fríos con “asaberqué”, un tarugo de pan y vodka para beber. Todo ello por dos euros… dos personas.

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No entendíamos a la mujer que atendía el lugar ni al vecino y viejecillo comensal que trataba de explicarnos el plato entre vodka y vodka. Ni siquiera sabíamos lo que comíamos ni nos importaba porque estábamos muertos de la risa y disfrutando un momento tan especial que me vuelve a traer a la mente, una vez más, que viajar es razón más que suficiente para desear estar vivo.

¡Hasta la semana que viene!

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