Hoy seguimos en Lagos, Nigeria. Esa bulliciosa jungla de cemento que puede abrumar a muchos y que amplía la visión de África para aquellos que la visitan. Si queréis poneros al día, podéis leer el post anterior aquí. ¡Seguimos!
Os comentaba que hay mucho más en esta megaciudad africana y os lo voy a contar. No obstante, me gustaría comenzar por hablar de sus gentes.
Como en Europa o cualquier otro continente, las costumbres y formas de ser cambian de un país a otro, de una ciudad a otra e incluso de un barrio a otro. Allí, lógicamente, ocurre lo mismo pero estoy convencido de que muchos tienen una idea medianamente definida de como se imagina a los africanos en general.
Yo, como amante de aquel continente y persona que poco a poco a conseguido visitar todos sus países, he tenido la oportunidad de codearme, convivir y, en definitiva, pasar mucho tiempo con mucha gente en muchos sitios. ¿Mi conclusión? Nigeria, y especialmente Lagos, es un caso como pocos.
En Lagos se percibe a la gente, en general, más seria que en otros lugares. Añadiría que algo agresiva y en ocasiones hasta escandalosa aunque no por ello escuchas también de vez en cuando un “Welcome to Nigeria”. En las tiendas o puestos a veces te tratan un poco a lo bestia y mucha gente trata de sacar dinero como sea. Aún así, cuando les conoces y te integras un poquito, encuentras un sinfín de personas maravillosas.
Musulmanes y cristianos conviven en esta ciertamente caótica megalópolis en la que la gente se llama a besos y, a veces, te miran con suspicacia. Recuerdo que, en los días que pasé allí solo, me acerqué a la Sinagoga Iglesia de Todas las Naciones donde no me dejaron entrar y me tomaron por espía. Cualquiera les convence de algo cuando días atrás habían sufrido un ataque en el que hubo unos cuantos muertos. Eso sí, el edificio es espectacular.
En cuanto al idioma, aunque todo el mundo habla inglés, entre ellos se escuchan lenguas como el yoruba o el hausa. Por cierto, cuando toses, muchas personas te dicen “sorry”. A saber de dónde viene esa costumbre. ¿Lo mismo cuando te ven con tos es que vas a palmar en breve y sienten lástima por ti?
A nosotros todos los días, desde el primero, nos llamaban de recepción por la mañana y por la noche para exigirnos el pago de la totalidad de la estancia. Una presión que se contrastaba con los constantes cortes de luz. Era curioso porque el suministro alternativo de emergencia era selectivo. No funcionaba nada excepto la televisión… A ver si alguien me lo explica…
Como os adelantaba, no hay por qué quedarse en la ciudad únicamente. Si algo tiene Lagos cerca (de hecho, dentro) es playa. Por ejemplo, la Elegushi Beach. De lejos se ve bien pero, de cerca, la basura sale a la luz. Hasta en la puerta del devastado restaurante al que fuimos había una montaña de desperdicios que no invitaban mucho a entrar. Esto sin mencionar el amago de engaño que nos trataron de hacer. Salimos pitando, claro. En cualquier caso, el mar es el mar y siempre una vista preciosa.
¡Y también tiene selva! En el Centro de Conservación de Lekki abundan la fauna y, sobre todo, la flora. Han dispuesto una serie de puentes colgantes que son de lo más divertido y que se zarandean de lo lindo. Imagino que toda la ciudad era así hace muchos, muchos años. Da gusto respirar por allí tras los humos de la city.
Los días pasaban y yo buscaba nuevas sensaciones y una de las cosas que me gusta hacer en algunas ciudades es ir al cine a ver cómo es la cosa y en Lagos lo hice. En los cines hay gente a todas horas del día y la última sesión no es muy tarde. ¡Y las palomitas están incluidas en la entrada! Son enanas pero, oye, que en España te sangran por tan suculento manjar.
Y mis días en Lagos se acababan pero no las experiencias. En el aeropuerto, te ofrecen colarte en la terminal (la cola es de infarto) por ocho dólares al cambio. Hay gente que vive de eso y se pasa el día haciendo la cola. Es evidente que hay mucha necesidad que tristemente contrasta con el lujo desmesurado que se llega a ver. Me pidieron también dinero en inmigración y, después, en el control de seguridad. Todo ello bordado por la entrada en el avión: no pocos gritos, gente con miles de bolsas que no cabían en ningún lado, otros que se sentaban en clase business con el argumento de que estaban vacíos los asientos…
Como decía al inicio del primer post sobre Lagos, es difícil hacerse una foto mental de toda África sin conocer Lagos. A mí, con todo, me pareció genial estar allí, me gustó y, al mismo tiempo, amplié mi conocimiento de este gran continente. Lo repito, no es una ciudad para todo el mundo pero ahí os la dejo.
¡Hasta el lunes que viene!
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