Nueva Caledonia… Qué exótico suena, ¿no? Pues es que lo es. Con unas playas de infarto, paisajes alucinantes y un toque chic francés, este lugar es un paraíso que hará las delicias de muchos. Sin duda. Hoy hablaremos de Noumea, la capital de esta dependencia francesa en el Pacífico y que viene a ser el punto de partida hacia lugares realmente espectaculares.
Y para hacerlo, vamos a dejar atrás Lagos en Nigeria, la megalópolis de la que hablamos las últimas dos semanas que puede abrumar a más de uno. ¡Vámonos!
Empecemos por el principio: ¿Dónde está Nueva Caledonia? Pues en Melanesia, al Este de Australia, al Oeste de Vanuatu, al Norte de Nueva Zelanda y al Sur de las Islas Salomón. Se compone de una gran isla, Grande Terre y una serie de archipiélagos frente a la misma. Wallis y Futuna y la Polinesia Francesa son Colectividades de Ultramar de Francia pero Nueva Caledonia tiene el estatus especial de Colectividad Sui Géneris (al lorito) del mismo país.
Es un lugar paradisíaco de verdad pero primero hay que llegar y, para ello, deberemos pasar por Noumea. Esta capital ofrece un ambiente cosmopolita, de mezcla de gentes y culturas, con tintes franceses, compras de lujo a buenos precios, numerosas y bonitas bahías y una vida nocturna que contrasta con lo relajado del día a día en general.
Ahondando en el tema de las compras, recuerdo que en medio de la calle me abordaron dos japoneses desesperados, angustiados, fuera de sí. Se tropezaban al tratar de explicarme en inglés, entre prisas y agitadas respiraciones, que buscaban… ¡la tienda Hermès! Como si les fuera la vida en ello. ¡Estamos locos!
En la city, por supuesto, no faltan la catedral, los museos, un acuario… La Place des Cocotiers (plaza en la que, por cierto, ¡encontré un bar español!), el tótem Mwa Ka… A mí, uno de los lugares que más me gustaron de Noumea fue el Centro Cultural Tjibaou que rinde honores a la cultura Kanak. El lugar es de película. Pasear por allí y aprender de sus orígenes es toda una delicia.
Mi experiencia allí comenzó con la bienvenida de una mujer que tenía la verruga más grande que mis perplejos ojos jamás habían visto. Cuando conseguí quitarme la visión de la mente, encontré a un hombre que me quiso explicar algunas cosas pero cada vez que se dirigía a mí, sus ojos apuntaban a 90 grados en otra dirección. ¡Pero ni la verruga ni el desconcierto impidieron que disfrutara del lugar de lo lindo!
No desperdicié la ocasión para visitar Anse Vata (¡donde encontré otro bar español!) y la Baie des Citrons para ir a la playa y tomarme un buen par de cervezas en los bares de la zona. Genial aunque no tan paradisíaco como los lugares que hay más allá de Grande Terre.
Ésta última (que es además la tercera isla en tamaño del Pacífico con 400 kilómetros de largo y 50 de ancho) ofrece aventura y paisajes increíbles entre cascadas, lagunas y bosques… ¿Y más allá? Pues más allá encontramos las Islas de la Lealtad, la Isla de los Pinos y su atolón cercano llamado Nokanhui… Y eso, amigos viajeros, eso sí que es el paraíso terrenal llevado a la enésima potencia. Buscad, buscad…
Y por hoy os dejo ya que se me enfrían las lentejas.
¡Hasta la semana que viene!
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