¡¡¡Feliz Año Nuevo a todos!!! ¿Qué tal esa Nochevieja? Para paliar los efectos de los excesos, hoy os voy a llevar a las montañas. A unas muy especiales: Torres del Paine en Chile. No os preocupéis, que la caminata ya la hago yo. Vosotros os podéis quedar en el sofá a leer calentitos porque allí hace un fríoooo… del carajo!
Pues venga, dejamos Ceuta, la bella ciudad autónoma española en la costa Norte de África y nos vamos leeeeejos hasta Sudamérica y, para ser más exactos, a la Patagonia chilena. ¡Adelante!
No es la primera vez que hablamos de Chile en este blog aunque el destino al que os llevé entonces fue uno bien distinto: la Isla de Pascua. Si recordáis, me pasó de todo allí. En esta ocasión nos vamos a la parte Sur de la Patagonia, al otro lado de la frontera con Argentina, prácticamente a la altura de Calafate (lugar del que escribí un artículo con mis aventuras por el glaciar Perito Moreno).
Yo no había planificado ir a Torres del Paine en absoluto. De hecho, yo me encontraba más al Sur, en Punta Arenas, esperando a que pudiese salir mi avión rumbo a la Antártida. Podéis leer ese grandísimo viaje al continente blanco aquí. Como el avión no salía nunca debido a las condiciones climatológicas, no nos quedó otra que, aparte de echarme una novieta, ponernos a visitar la región. Afortunadamente… ¡Menuda región!
La Patagonia chilena, así como la argentina, es un lugar mítico, extremo, de fuertes vientos, de rincones inhóspitos… Un verdadero deleite para los ojos y el espíritu. Da la sensación de estar en el fin del mundo y, en cierta forma, lo es.
Llevábamos ya algunas semanas en Punta Arenas y, con tanto cordero patagónico, yo estaba como un jabalí. Cuando he escrito alguno de mis artículos sobre viajes hechos hace tiempo he podido verme como un ceporro en las fotos pero nada como en ese viaje. Ceporro no, ceporronazo. Hay fotos que no me atrevo a poner porque se me salen los carrillos por los bordes… qué cara de hogaza, qué muslos… Menos mal que allí hacía mucho pelete y se te encogía el cuerpo que si no…
Pero bueno, a lo nuestro… Alquilamos un coche para ir al famoso Parque Nacional Torres del Paine y tengo que afirmar que es famoso por algo. Nada más llegar, eres consciente de que tienes ante ti un entorno dramático, escarpado, hermoso, espectacular… ¡Da gusto estar vivo para verlo!
Lo más característico del parque son los pilares de granito que se elevan majestuosamente en el paisaje. Su punto más alto es el Cerro Paine Grande con 3050 metros de altitud. Pero aparte de macizos imponentes, encontramos lagos de diversos azules, vistosos glaciares, serpenteantes ríos, puentes de infarto, bosques vírgenes…
El trekking en un lugar así es impresionante, lleno de contrastes… Con una flora característica y una fauna diversa en la que destaca el puma.
Allí se pueden hacer todo tipo de actividades y para todos los gustos, dormir en refugios… En definitiva, para los amantes de la montaña y las vistas memorables, Torres del Paine no te puede dejar indiferente. Altamente recomendable.
Nosotros caminamos de un lado para otro, saltamos de piedra en piedra, hicimos un sinfín de fotos y pasamos un tiempo que quedará por siempre en nuestras memorias.
Y, sin más por el momento, os digo… ¡Hasta el lunes que viene y a disfrutar el Año Nuevo!
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¡¡¡Feliz Año Nuevo!!! José Antonio, que tengas siempre el mismo ánimo para compartir tus experiencias y anécdotas de tu viaje por el mundo y para quienes te leemos es una alegría viajar a través de tu blog.
Feliz Año para ti también! Gracias y un abrazo!!
Feliz 2018 con mucha salud, felicidades y viajes.
Fuerte abrazo.
Leon Hochman.
Igualmente!! Un abrazote!!