¿Islas paradisíacas para ti solo/a? ¿Planazo en la playa con tus amigos o tu pareja? ¿¿¿Y que además hablen ESPAÑOL??? LOS ROQUES, VENEZUELA.
Dejamos a Gengis Kan galopando por las estepas de la legendaria Mongolia del pasado lunes y nos preparamos para pisar algunas de las arenas más cariñosas de América del Sur en Los Roques, Venezuela. Y digo cariñosas porque te miman los pies de una manera especial.
Si de paraísos se trata, tengo mis preferidos y éste es uno de ellos. Ya sabéis que me encantan las islas de Oceanía pero no todos los paraísos están allí. Los hay en todos los continentes.
Los Roques no es solo idílico sino que, además, pertenece a uno de los países en los que pasé algunos de los mejores años de mi vida, Venezuela. ¡¡Ya era hora de hacerle un homenaje!!
Los Roques es un archipiélago que se encuentra a unos 180 kilómetros al norte de Caracas, cuenta con unas 350 islas (entre cayos y bancos de arena) y es un Parque Nacional. Las islas habitadas se pueden contar con los dedos de una mano y, de éstas, algunas sólo por pescadores y no todo el año. El resto son para disfrutarlas vosotros/as (y yo, ¿eh?). Bueno, las habitadas también… En concreto el Gran Roque, que es donde se concentran las posadas y la actividad de la zona.
Fui muchas veces a Los Roques. Era la escapada ideal de fin de semana. Con amistades, con pareja y con familia… De hecho, las mejores fotos que podéis ver en este post, o las hizo, o sale en ellas mi hermana Lara cuando vino a visitarme (yo, en cambio, salgo hecho un gorrinillo de comer tanta arepa “reina pepiá” por aquel entonces).
Independientemente de con quién fueras, llegar era un poco tétrico en los antiguos Boeing DC-3. De esos con un ruedín atrás y dos delante. Se movía aquello bastante y siempre pensábamos que sería el último viaje. Todo el mundo se santiguaba antes de despegar. Creo que hace poco ya los cambiaron…
El plan no puede ser mejor en estas islas. Te coges una nevera de esas de camping bien llena de cerveza, “ronssito”, refrescos, mucho hielo y algo que pueda hacer sonar música. Sales en el barquito de un pescador a la isla o al banco de arena de tu elección y te instalas con tu gente. ¡¡No va a haber nadie más!! (a menos que vayas a las más cercanas donde puede haber alguien). El pescador te irá a buscar a la hora que le digas. Si no llega, aunque nunca me ha pasado, pues mal rollito.
¡Ojo! que no hay muchas palmeras y el sol pega bien. Unas sombrillas o unas lonas que puedes alquilar son bienvenidas si no quieres volver al continente como una langosta. Por cierto, hablando de langostas, en algunos cayos te las sacan del agua, eliges y te las hacen allí mismo. Pero… ¿¿¿QUÉ MÁS SE PUEDE PEDIR??? Amigos, me encantan las selvas africanas, las aventuras extremas y los países en conflicto pero de vez en cuando…
Una vez instalado en TU isla, te pones un “ronssito venessolano”, pones tu música y te destacas con unos merengues: “passito pacá, passito pallá, tikitikití, takatakatá y limando hebilla ahí bien duro pana…”. Luego al agua, después una salsita, otro “ronssito”, paseíto, al agua, langostita, “ronssito”, “siestessita”… hasta que llega el pescador y le recibes con un sonoro: “¡¡¡EPAAAA PANAAAAA!!! ¡¡¿¿CÓMO ESTÁ LA VAINAAA, HUEVÓOOON??!!”. Para hacer esto con el mayor estilo, debes tener un “ronssito” en una mano mientras lo remueves con el dedo medio (corazón) de la otra. Fundamental para estar integrado.
Como plan de playa es difícil de superar. También está la versión pareja que es igual pero con revolcones por la arena y actitudes sospechosas en el agua opcionales. El “ronssito”, el mismo. En familia, pues menos “ronssito” y sin revolcones opcionales. Hay plan para todos y nunca se os olvidará lo cristalino de sus aguas, sus diferentes tonos azulados y la delicia de compartir con tu gente “in paradise”.
Pero no todo es playa aquí. Que yo no aguanto tanto en la arena. El buceo es de excelente calidad y se pueden practicar deportes acuáticos como el kitesurf, entre otros. Sin aglomeraciones, hay muchas opciones para los amantes del mar.
Los hospedajes son principalmente posadas muy coquetas (la mayoría) y de ambienté rústico e isleño. Muchas, muy cómodas. Los dueños (serán posaderos, ¿no? pero suena un poco “medievalejo”), que a veces son quienes te atienden, son de lo más variopinto. Mucho hippie. En una ocasión, mientras nos servía la cena, le pregunté a la dueña: “Perdone, ¿usted de dónde es?” y tras poner la mirada perdida en el cielo y dejarnos a todos en un suspense de medio minuto me respondió con un: “Yo… yo soy hija de la luna…“. Nos miramos todos, yo levanté una ceja y seguimos comiendo…
Como guinda para un lugar ideal, siendo todo tan pequeño, vas caminando a cualquier parte por calles arenosas, entre plantas y flores… sin olvidar los vivos colores de casas y posadas.
Por la noche suele haber uno o dos bares abiertos. Recuerdo noches muy divertidas. Algún día os cuento una en la que me perseguían dos hombres. A uno le faltaba un ojo, al otro, una pierna…
¡¡Hala, otro día os cuento más de Venezuela!! que, amada mía, aunque no estés en sus mejores momentos, ¡¡¡TE QUEREMOS!!!
Si queréis leer sobre más islas paradisíacas, no os perdáis Aitutaki en las Islas Cook y otras países del Pacífico como Kiribati, Vanuatu o Tuvalu.
¡¡Hasta la semana que viene!!
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Mucho romantico reportaje, agradecimientos a Usted por descubrir para nosotros paraiso venezolano. Espero final historia de dos hombres sin ojo y sin pierna si a Usted capturaron y como Usted defendio de dos hombres. Hombre sin ojo no ver a Usted noche, y sin pierna no correr y Usted escapar.
Jajaja! Sí, hay que buscar una ventaja estratégica!