¿Sabéis lo que es un Blue Hole? Hay muy pocos en el mundo y el más impresionante de todos se encuentra en Belice (o Belize). Hice un viaje hasta allí sólo para sumergirme en uno de los lugares más impresionantes que se pueden ver en el océano.
Dejamos Timor Oriental y atravesamos hoy medio mundo para irnos a Centroamérica. En concreto al pequeño país de Belice. Esta nación tiene lugares maravillosos pero yo no podía quitarme de la cabeza bucear en semejante lugar.
No creáis que es tan fácil llegar. Primero hay que llegar a Belize City. Luego volar a Cayo Ambergris y, desde allí, coger una lancha rápida por más de dos horas hasta el centro del atolón Lighthouse Reef. Toda una travesía que te va dejando experiencias fantásticas y más de una anécdota.
Belice es un país tranquilo a orillas del Mar Caribe y, a diferencia de sus vecinos, de habla inglesa. Belice City es una ciudad curiosa y de reducido tamaño. Hay ruedas de esas de los carromatos del lejano oeste en algunas fachadas pero, en vez de vaqueros, hay rastas al más puro estilo jamaicano fumando cigarrillos (supongo que a las finas hierbas) postrados por las calles viendo la vida pasar.
Habíamos (mi queridísima novia de aquel momento y yo) conseguido un vuelo a San Pedro en Cayo Ambergris a última hora cuando aparentemente ya no había plazas.
Esperamos la llamada para embarcar y entró todo el mundo pero a nosotros nos dieron el alto a golpe de: “No, este no es su vuelo”. A lo que respondimos: “¡¡Pero si tenemos las tarjetas de embarque!!”. El trabajador de la compañía nos miró y nos dijo: “No se preocupen que ya estamos con ustedes”.
Total, nos volvimos a sentar mirando el pequeño avión (como de unas 10 plazas) y le dijimos al trabajador de nuevo: “Oiga, buen hombre ¡Que ese es nuestro avión!“. En ese momento el pequeño aparato se puso en marcha y avanzó unos metros. A medida que avanzaba, se iba descubriendo una avioneta minúscula detrás y el trabajador no esperó para decir: “Ese, señores, ese es su avión...”.
Tres plazas, amigos míos, tres… La compañía miró nuestro equipaje (dos mochilillas de nada) y dijo: “¿Esto es todo?”. A lo que respondimos: “Así es…”. Y sentenciaron: “Bien, porque si hay algo más, se queda. No hay espacio…”.
El piloto era inmenso, aquello se movía de lo lindo, nos adelantaban las avispas… Mucho susto… pero llegamos a San Pedro sanos, salvos… y acojonados.
San Pedro es la población importante de Cayo Ambergris. Un lugar muy cuco y tan pequeño que en vez de coches usan carritos de golf. Nos encantó el lugar con sus calles de arena y su ambiente relajado. Si te descuidas, allí te puede dar un aplatanamientus maximus.
Y llegó el día de ir al Great Blue Hole, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Tras dos horas y media a toda velocidad en una embarcación, llegamos a nuestro destino… qué sitio… es de otro planeta. Yo no saqué fotos aéreas porque me dejé el helicóptero en España haciéndole una ampliación al jacuzzi pero aquí os dejo algunas de las páginas oficiales de Belice y Cayo Ambergris para que os hagáis una idea.
Un Blue Hole se produce cuando la parte superior de una cueva (generalmente de piedra caliza) se derrumba dejando que el agua marina la inunde.
El Blue Hole de Belice es totalmente circular y tiene 300 metros de diámetro y 125 de profundidad. Quizá, unos de los mejores lugares del mundo para bucear. Al menos, para Jacques Cousteau, lo era. Y éste, de tubos y aletas, sabía mogollón.
La verdad es que el agujerito en cuestión está bastante oscuro pero empiezas a bajar… y a bajar… y a bajar… y todo se torna de un azul intenso. Es impresionante.
Y… ¿Qué es lo primero que encontramos? ¡¡Tiburones!! no uno… ni dos… ¡decenas y decenas! Tiburones toro para ser más exactos. De esos que tienen los dientes hacia afuera y que tienen cara de mala leche. Pero lejos de intimidarnos, nos acompañaron hasta los 41 metros y se quedaron con nosotros casi toda la inmersión. Por el camino se pueden ver ¡¡estalactitas de gran tamaño!! No olvidemos que era una cueva hace muchas decenas de miles de años… Un verdadero regalo para la vista y una experiencia total.
El tiempo se acababa y era hora de subir. Arriba, justo debajo de nuestro barco, nos daba la bienvenida la barracuda más grande que he visto en mi vida. Casi dos metros, con manchas y rayas negras y gorda. Maja, maja. Jamás he vuelto a ver una barracuda así.
Como os decía al principio de este post, el lugar es radicalmente espectacular. Tanto para el que está arriba como para el que desciende. El buceador sale literalmente con una sonrisa de oreja a oreja y piensa: “Esto ha compensado todo el esfuerzo con creces… ya no me importa si nos invaden los hombrecillos verdes…”.
Si quieres conocer otros lugares espectaculares para bucear, no te pierdas Fakarava en la Polinesia Francesa.
¡¡Hasta el próximo lunes!!
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Enhorabuena por este viaje José Antonio, esos agujeros azules son algo que parecen de fuera de este mundo. En cada artículo te superas y me sorprendes más. Es una pena que la semana tenga solo un lunes, pues me gustaría leer vuestros artículos cada día de la semana, y no solo los lunes.
Gracias Isaac, de corazón. Un abrazo
Acá transcribo lo que vos afirmás en el capítulo Este Blog:
“Si queréis que hable sobre algún destino en particular, no dudéis en solicitarlo”.
¡Macanudo brother! Agarro vuestras propias palabras y oficialmente os solicito que escribas (cuando podás) sobre la ciudad más cultural y chévere de Sudamérica: Buenos Aires, donde cursé mis estudios, y donde supongo que vos hayás estado.
Gracias y un abrazo.
Todo llegará, querido amigo viajero! Abrazos!
Esta vez me ha tocado disfrutar el post en martes. Joder, el buceo tuvo que ser brutal¡¡ Gracias una semana más.
P.D. Ya que se animan a pedir, en su día pedí Indonesia, pero también me gustaría descubrir alguna isla perdida del Caribe, de esas que no salen en los circuitos turísticos. Un abrazo¡¡
Hola Mario! Si, el buceo fue total. No te preocupes que poco a poco irán saliendo las islas raras del Caribe!! Un abrazo!
Jejeje… José Antonio parece ya Papá Noel, y ya todos sus seguidores le pedimos deseos en forma de destinos. Del Caribe yo estoy interesado por la isla de Montserrat, que es una colonia inglesa, y también por Bonaire, que es holandesa. Y como por pedir que no quede, si es posible también agradecería que escribiera sobre Haití.