Este lunes vamos a continuar hablando de Chad, ese país de África Central en el que me tomaba unas cervezas la semana pasada con la “pipol” local de risas. Hoy saldremos de Yamena, la capital, para adentrarnos en su territorio. Si no leísteis el primer post sobre Chad, haced click aquí ¡y os ponéis al día! Pues venga, seguimos…
Cuando hemos pasado un tiempo en las capitales de los países, si hemos entrado por ellas, lo que más apetece es salir a descubrir los rincones que se esconden más allá de sus límites. En el caso de Chad, las distancias son grandes e ir a lugares interesantes requiere de tiempo y dinero. Pero en el caso concreto de Yamena (N’Djamena), las cosas no son necesariamente así. De hecho, a pocos kilómetros de la ciudad encontramos el apacible pueblo de Gaoui.
Gaoui es una aldea que se dedica a hacer cerámica y que tiene su encanto. Un tranquilo reducto de paz y un excelente contraste con la city. Tiene tintes árabes, su mezquita, sus calles con casas de ladrillos de barro (algunas abandonadas), un pequeño museo y hasta bosquecillos verdes con su laguito.
Lo rodean enormes terrenos desolados y te da la sensación de estar en otro lugar. Los niños juegan a tu alrededor y no falta la mirada curiosa (y a veces la sospechosa).
Pero quizá, para muchos, tiene más interés el Lago Chad. A muchos más kilómetros de la capital, se encuentra el que un día fuera uno de los lagos de agua dulce más grandes del mundo. Poco a poco, se está secando con las devastadoras consecuencias ecológicas y sociales que ello provoca. Si os acordáis, hace unos meses hablamos del Mar de Aral en Uzbekistán que, aunque no es el mismo caso, es igualmente un desastre.
Actualmente, visitar el Lago Chad es una de estas dos cosas: imposible o muy complejo. Necesitas una autorización especial que es difícil de obtener. ¿Por qué? Por motivos de seguridad. Este lago tiene el infortunio de encontrarse en la trifrontera entre Chad, Camerún y Nigeria.
Éste último es el que suscita el problema. En ese país se encuentra el grupo terrorista Boko Haram que lleva a cabo todo tipo de ataques terroristas en la región. Desde masacres hasta… bueno, en fin. A veces cruzan las fronteras a través del lago y, claro, se lía la cosa.
Todo esto provoca que la parte del Lago Chad que le corresponde a Chad esté altamente militarizada y cualquier persona que se acerque puede no ser bienvenida (si es que llegas). Pero es que a mí me encantan los lagos… y llegué. No sin cuestionamientos, no sin caras largas, no sin la mirada atenta y desconfiada de los militares allí presentes… pero llegué.
Por las últimas noticias, he podido ver que la actividad pesquera empieza a recobrar la normalidad. Me alegro porque aquellas comunidades viven del lago. Las poblaciones de la zona son apacibles (quitando la presencia militar), llenas de niños que te observan como si hubiese llegado Rajoy con la coleta de Iglesias. Viviendas básicas, muchas barcas, agua, pocas infraestructuras, escasos servicios, ancianos que se sientan a conversar sobre tiempos mejores…
Pero no todo es el lago, el camino para llegar también es singular. Con sabanas y espectaculares formaciones rocosas en las que tampoco verás a ningún blanco dando paseos. Paisajes extensos, caminos vacíos y muchas ansias por descubrir.
Y Chad tiene mucho más: fauna en el Parque Nacional de Zakouma, fantásticos desiertos como el de Ennedi o tremendas montañas como las Tibesti… ¡uf! pero eso ya en otra ocasión que da para mucho.
Yo, por hoy, os dejo y salgo volando… Por cierto, la salida del país ¡Oh! ¡Que trajín! El aeropuerto de Yamena no sólo estaba en construcción sino que era un despelote total. Nadie hace colas, todos al mogollón, otros tirando de contactos, se respeta poco o nada. He estado en unos cuantos aeropuertos así y no mola pero nada de nada. Eso sí, en éste las mujeres abordan el avión primero y separadas de los hombres (como en la sala de espera). Detalles de un país que no te deja indiferente.
¡Hasta el lunes que viene!
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