El pasado lunes os presentaba Taipéi, la capital de Taiwán (o República de China) y hoy nos vamos a adentrar un poquito en el territorio para que veáis la belleza natural que posee.
Si no leísteis el artículo anterior, lo podéis leer aquí para que cojáis carrerilla, ¿ok? Continuamos…
Tras varios días en la ciudad, había llegado el momento de explorar el “país” no ya solo porque hay mucho más que Taipéi en él sino también porque tiene mucho que ofrecer a aquél que se decida a dar el paseo hasta allí.
Los portugueses fueron los primeros occidentales en llegar a esta isla (que tiene forma de hoja de tabaco y un tercio del tamaño de Cuba) y algo debió de gustarles porque la llamaron “Ilha Formosa” (Isla Hermosa). Aquí, en la República de China, se pueden encontrar selvas frondosas, playas verdaderamente paradisíacas, paisajes tremendos, montañas fantásticas para el senderismo y aguas termales de clase mundial. Sí, sí, todo eso…
Por otro lado, también existe una buena variedad cultural. Aunque el aproximadamente 98% de sus habitantes encuentran su origen étnico en la China continental, también existe una minoría aborigen que posee sus propias costumbres, etnia y tradiciones. Todos ellos, independientemente de su origen y en su gran mayoría, gentes amables, cercanas y siempre dispuestas a ayudar al visitante.
Voy a empezar por llevaros al Parque Nacional de Taroko, muy cerca de Hualien llegando ya hacia la mitad de la isla en la costa Este. ¿Y qué hay allí aparte de espectaculares caminos y senderos para perderte por las montañas? Pues la estrella de la zona: La Garganta de Taroko. Pareces verticales de cientos de metros de altura que serpentean junto al río Liwu durante más de 20 kilómetros.
El paisaje es sublime. A mí me cayó una buena chufa de agua durante parte de mi visita y, aún así, no se empañó ninguno de mis recuerdos. La lluvia tiene su gracia también y siempre supone aventura, ¿o no? Aquel lugar te invitaba a sentarte y observar los caprichos de la naturaleza. Sus formas, sus sonidos, sus colores…
En las inmediaciones se puede encontrar también el Santuario de la Primavera Eterna al que se llega a través de un puente colgante no apto para personas con vértigo y una serie de cuevas que le dan a todo el entorno un feeling muy particular. Yo me iba resbalando por todos lados pero el lugar no dejaba de impresionarme. Cultura y naturaleza juntos. ¡Una delicia para muchos viajeros!
Pero todavía hay mucho más allí para explorar en Taroko como el sinuoso Camino de las Nueve Curvas o el área recreativa de Tianxiang desde el que salen varios caminos hacia el interior. Uno de ellos te lleva al Templo de Xiangde y a la Pagoda de Tianfeng (de siete pisos) que son místicos y enigmáticos.
Y podría seguir con las bondades de este lugar pero lo resumiré como que es, sin duda, un sitio para pasar horas y horas entre un verde intenso, vistas de lujo y disfrutando de la presencia de templos y antiguas tradiciones. Se me olvidaba… también hay alguna que otra serpiente…
¿Y qué mejor manera de hacer un contraste radical con este lugar que ir al mar? Tras terminar empapado al tiempo que fascinado, me fui a la playa de Chi Sing que estaba no muy lejos del Parque Nacional. No era un día como para ir a la playa ni es en absoluto de las mejores playas de Taiwán pero yo metí hasta los zapatos en el agua. Era una playa extensa, de piedrecitas pequeñas, con un mar de azul apacible.
Me imagino esa playa en verano y tiene que ser una delicia de verdad. Eso sí, como te lleve una corriente y no te quedes enganchado en las Islas Marianas del Norte… lo mismo llegas a Chile atravesando todo el Océano Pacífico… Si nunca has estado pues hasta te puede venir bien.
Y en el mar os dejo, amigos. Ya volveremos a hablar de Taiwán y sus muchos rincones otro día…
¡Hasta el lunes que viene!
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Genial y qué bien explicado, dan ganas de no salir de allí.
Me alegro de que te haya gustado! Abrazos viajeros!