¿Se puede estar en “Occidente” y al mismo tiempo en China? ¿Son lo mismo la República de China y la República Popular de China? Qué lío, ¿no? Bienvenidos a Taiwán…
Abandonamos la isla de Gran Comora (Unión de las Comoras) en África y aterrizamos en otra isla pero, en esta ocasión, de Asia: Taiwán. ¡Vamos allá!
Sí, es un poco lío todo esto de Taiwán (también conocido como República de China). ¿Pero es China? Pues sí… pero no. Para hacer el cuento corto y explicarlo con peras y manzanas y sin mucho vericueto, os diré que tras una guerra civil a mediados del siglo pasado en China, el país quedó dividido finalmente en dos repúblicas: La República de China (con capital en Taipéi) y la República Popular de China (con capital en Beijing). Para ambos, tanto la China continental como Taiwán, forman una única China pero las dos reivindican ser el gobierno legítimo de la misma.
La mayoría de los países del mundo reconocen a la República Popular de China como el gobierno legítimo pero mantiene relaciones con Taiwán que, de facto, opera con una soberanía e una independencia incontestable. De hecho, los taiwaneses viajan con sus propios pasaportes que son aceptados a lo largo y ancho del mundo.
Al final, para el ciudadano de a pie y a efectos prácticos, son dos países distintos aunque realmente no lo sean… Y tras este rollo que os he soltado para ubicaros en la situación de este “país”, os cuento cómo me fue a mí por allí.
Yo llegué a Taipéi procedente de Hong Kong tras pasar unos días con unos amigos y tenía muchas ganas de, por fin, conocer Taiwán. Mi primera impresión fue muy buena. Mejor dicho, fue genial. Todo el mundo me ayudaba en la calle a encontrar mi hotel hasta el punto de caminar conmigo hasta la puerta. Era de noche y había mucho movimiento en la calle.
Mi hotel tenía un toque urbano, moderno, con una de esas habitaciones que dan a una calle estrecha llena de cables de eléctricos y edificios grises con carteles luminosos abajo. Entre eso y la lluvia que caía, estabas como en un ambiente tipo Blade Runner en un tiempo futuro no muy lejano. Me gustaba el feeling y salí a explorar.
Mercados nocturnos, templos llenos de fieles, muchas luces, rascacielos, coches, gente por las aceras, bulliciosos restaurantes, puestos de comida callejera, artistas de la ortografía china… No sé, yo estaba en la gloria. Asia en pura esencia.
No pude evitar comer en los puestos de la calle. Supongo que mi estómago puede con todo a día de hoy aunque allí no parecía correr ningún tipo de peligro. Los taiwaneses comen de todo, por ejemplo, sangre de serpiente, pastel de sangre de cerdo, le cortan la cabeza a una tortuga y se beben la sangre, picos de pato… Me atrevería a decir que… lo que les echen.
Tampoco pude apartar la vista del rascacielos 101 que es una preciosidad al tiempo que uno de los 10 edificios más altos del mundo.
Taipéi es una ciudad dinámica, cómoda, divertida, avanzada… Al mismo tiempo es el centro económico, político y cultural de Taiwán. Da la sensación de estar en China y en Occidente al mismo tiempo ya que las costumbres de las nuevas generaciones se van pareciendo más a las nuestras de alguna forma. La China continental no transmite tanto esa sensación.
Por otro lado, es un lugar que ha recibido un lavado importante de cara en las últimas décadas (especialmente antes de terminar el siglo XX) que la han hecho pasar de una especie de basurero caótico a un caos hermoso y conveniente.
Por el día, la urbe está sumida en la misma dinámica pero florecen los templos como el de Longshan, el Salón Conmemorativo a Chiang Kai-shek, el de Confucio y tantos otros que decoran una ciudad que ya tiene parques, un río y centros para comprar la más alta tecnología del planeta. Los contrastes entre lo tradicional y lo moderno son tan evidentes como vistosos.
Taipéi me dejó grandes momentos, tremendas sensaciones y llegaba el momento de irme a explorar otros rincones del país pero eso ya os lo cuento otro día…
¡Hasta la semana que viene!
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